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Liniers: lugar de culto para San Cayetano

  • María Candela Orrego
  • 21 ago 2018
  • 3 Min. de lectura

Comienzo de la cuadra de la Parroquia San Cayetano

Tras las barreras del tren Sarmiento, ya a una cuadra de la Parroquia San Cayetano en el barrio porteño de Liniers, se escuchaban de fondo las campanadas de la Iglesia. Los fieles se reunían en la puerta de la capilla, cantaban con devoción “Ven con nosotros a caminar Santa María ven, ven con nosotros a caminar, Santa María ven.”. Eran las tres de la tarde y daba inicio a la misa un joven sacerdote. A la par del escenario, la gente esperaba ser bendecida por otro religioso.


Al costado de la iglesia, las personas haciendo la fila llevaban horas allí, algunos días. Las caras transmitían cansancio, alegría, entusiasmo, ansías de entrar y tocar la imagen del patrono del pan y del trabajo. Y sin falta varios puestos que vendían desde rosarios, estampitas, el pancito de la abundancia, pulseritas, velas, hasta mates y varias cosas más. Además, se sumaban a los puestos los vendedores ambulantes.



Entre los comerciantes, personas mayores iban de un punto al otro de la calle Cuzco, con sus bastones y ese aroma tan característico de los ancianitos. Entre todos ellos, estaban Angélica y María Minetto, unas hermanas de aproximadamente 70 años paradas en frente del altar montado sobre la calle delante de la puerta del templo. Participaban de la celebración realizada en Liniers hace décadas. “Pasamos una hora, venimos a escuchar la misa y nos vamos” dijeron mientras se cerraban las camperas. El cielo gris amenazaba con llover en cualquier momento.


En la esquina, un hombre de unos 55 años aproximadamente estaba sentado en una sencilla silla blanca de plástico, así como las sillitas de los peloteros. Era el padre Sebastián Suri confesando; a su izquierda un vendedor, a su derecha una estatua de la Virgen de Luján del tamaño de un niño de 10 años y tras ella una corta fila de feligreses.

Padre Sebastián Suri

El sacerdote confirmó que era cierto lo que las hermanas Minetto habían señalado: este año había menos fieles. “Vienen desde todas partes”, cuenta el padre Suri. Pero también piensa que muchos fieles no pudieron acercarse al lugar dado que les quedaba lejos y digamos que la economía de la mayoría no les permite pagar varios transportes para llegar. “Aunque muchos de los temas es que hay muchas iglesias de San Cayetano en los barrios”, agregó el padre.


Según el sacerdote, las personas que atendieron a esta manifestación grande de fe no solo van a pedir, sino también a agradecer, “sienten una atracción difícil de explicar que los lleva a no perderse este día lejos de la celebración. Es la forma que encuentran las personas de expresar su agradecimiento y su ferviente fe.”, cuenta el padre Suri.


Las horas pasaban y gente continuaba llegando a la Iglesia. Laura Álvarez de 19 años, estudiante del profesorado de educación secundaria de matemática se dirigía hacia el sector del altar exterior sola, su abuela había ido por la mañana. “Vengo por una cuestión de fe, y a pedir trabajo para mí y mis compañeros del profesorado”, dice Laura.



A la orilla de la calle, madre e hija se acercaban a agradecer por el trabajo de cada día, “nunca me faltó, al contrario, me sobra, ya no puedo agarrar tanto por la edad”, dice con una sonrisa en su rostro Cintia Gaspar. Su hija, Virginia Díaz, explica (mientras mece el cochecito de su bebé) que hay dos filas para entrar, está la rápida y la lenta. Ambas, dan la vuelta a la manzana.


Al final de la calle, casi en las vías del tren Sarmiento, una mujer de pelo castaño y algunas canas, vestía una pechera amarilla que demostraba que participaba de las actividades de la parroquia. Entregaba papeles que decían “San Cayetano, ayudá a la Argentina a caminar para ser un Pueblo santo”, y debajo se lee la oración al santo. “Hoy estoy como servidora, en realidad todos somos servidores, servidores de Dios.”, dijo la mujer.


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